Monday, October 03, 2005

Exorcismo

Todo empezó con el ruido de un suave goteo en casa de los Mannheim – los nombres son falsos –, en Mount Rainier (estado de Washington). Allí vivía Robbie, un chico de 13 años, con su abuela materna, su madre y su padre. El persistente sonido se inició un sábado por la noche. El niño y su abuela se hallaban solos y realizaron una gira por las habitaciones buscando el origen del ruido. Al entrar en el dormitorio de la anciana, vieron que en un cuadro en el que se representaba a Jesús estaba torcido y se movía como si alguien golpeara la pared tras él. El goteo cesó para dar paso al chirrido de unos arañazos tras la pared, "como si una garra rascara la madera". Los arañazos continuaron oyéndose durante once días. Comenzaban hacia las siete de la tarde y paraban a media noche. Curiosamente, se detuvieron el día en que murió Harriet, una tía espiritista de Robbie, que había enseñado al muchacho a manejar el tablero ouija.
Trató de ponerse en contacto con ella utilizando la tabla Ouija con la que él y su tía habían pasado muchas horas intentando comunicarse con el más allá. En la casa pronto se empezaron a oír ruidos extraños.

Al irse a dormir oía pasos junto a su cama y, durante el día, objetos y muebles pesados se deslizaban por el aire o se volcaban solos. Sus parientes podían ver girar vertiginosamente las sillas en que Robbie se sentaba. Él insistía en que no era culpa suya. Pero la fenomenología crecía y llegó a un punto de paroxismo la noche en que, para ahuyentar el miedo del chico, su abuela y su madre se acostaron con él. De pronto el colchón levitó y colcha y sábanas – completamente estiradas – se elevaron ante sus ojos como si algo invisible tirara de las esquinas.
La familia consultó a médicos, psiquiatras y psicólogos, que declararon normal a Robbie. También a médiums que diagnosticaron una crisis de adolescente que pasaría a su tiempo. Pero Robbie ya no podía siquiera ir al colegio: su pupitre daba saltos y golpeaba los de los demás niños. Había comenzado a volverse hosco y reservado. Además, durante las noches tenía pesadillas en las que parecía hablar con alguien. Sus padres se dirigieron a un sacerdote luterano llamado Schulze quien, creyendo estar ante un poltergeist, rezó por el muchacho. Pero, tras pasar una noche con él y ser testigo directo de la aterradora fenomenología que rodeaba a Robbie y, sobre todo, al aparecer el 26 de enero sobre el pecho del niño unos arañazos en forma de letra, "como si alguien los hubiera trazado desde dentro con un cuchillo", Schulze comenzó a pensar que un poder maligno había invadido al muchacho.
Al principio éste se limitó a darles agua bendita y unos cirios consagrados, remedios infalibles contra el demonio. Pero la botella con agua bendita explotó al entrar en el dormitorio de Robbie y las velas, al ser prendidas, lanzaron tales llamas que casi incendiaron la casa. Entonces Hughes decidió visitar al chico. Al parecer, Robbie estaba en la cama, en estado de trance, y le recibió diciéndole en latín: "Oh, sacerdote de Cristo, sabes que soy un demonio. ¿Por qué me molestas?"
A finales de febrero, Robbie fue ingresado en el Georgetown Hospital, dirigido por jesuitas y atendido por monjas que guardaron el más absoluto secreto. Fue atado con correas a una cama y permaneció tumbado con los ojos cerrados, aparentemente tranquilo. Al entrar Hughes en la habitación, tocado con birrete negro, estola púrpura al cuello y con un reluciente aspersor de agua bendita, Robbie "despertó" y con voz perentoria le ordenó quitarse la cruz que llevaba oculta. Asimismo se dice que empezó a proferir juramentos en lengua semítica y aramea y en su pecho comenzaron a aparecer nuevos arañazos.

Hughes se arrodilló junto a la cama con el ritual en las manos, recitó la Letanía de los Santos en latín y luego el Padre Nuestro con el que comienzan las oraciones propias del exorcismo, pero al decir "Mas líbranos del mal", Robbie logró desasir una de sus manos y aflojar una pieza del somier... La monja y el auxiliar presentes oyeron de pronto un alarido de Hughes... Robbie había rajado el brazo izquierdo del sacerdote desde el hombro hasta la muñeca. Alguien dijo que para cerrar la herida fueron necesarios más de 100 puntos. El exorcismo no prosiguió. Hughes sufrió una crisis nerviosa y abandonó Mount Rainier durante un tiempo

Obligados al Secreto

Las murmuraciones de los vecinos, la desesperación o el hecho de que el cuerpo de Robbie empezara a actuar como un tablero ouija formando palabras con arañazos, fueron el detonante para que sus padres se trasladaran a St. Louis, donde tenían parientes. Allí, la familia pidió consejo al padre J. Bishop, profesor de teología.

Bishop habló con sus superiores y parece que la comunidad jesuita se hizo cargo del asunto. El 9 de marzo, éste visitó por primera vez a los Mannheim. Les interrogó sobre lo sucedido y realizó aspersiones con agua bendita por toda la casa. Especialmente en el dormitorio de Robbie, donde además practicó un exorcismo simple y colocó una reliquia de Santa Margarita sobre la almohada. Todo fue inútil. La reliquia salió disparada y rompió un espejo y el propio Bishop presenció el frenético movimiento de la cama de Robbie y los arañazos que aparecieron en su cuerpo. Al día siguiente habló con el padre William S. Bowdern, jesuita de 52 años, responsable de la iglesia de San Javier y considerado como un hombre santo por quienes le conocían. Por indicación del arzobispo Ritter, habría de ser Bowdern quien llevara a cabo el exorcismo.

El 10 de marzo por la noche, Bishop y Bowdern hablaron con Robbie y rezaron el rosario con él. El niño parecía tranquilo, pero en cuanto le dejaron solo en su habitación volvió a gritar pidiendo ayuda. Poco después mostraba dos arañazos en forma de cruz en sus antebrazos, algo que no dejó de extrañar a los jesuitas que en secreto habían llevado una reliquia del antebrazo de san Javier. Los sacerdotes calmaron a Robbie y le bendijeron. Pero, en cuanto le abandonaron, Robbie sufrió una gran crisis durante la cual una librería de 25 kilos se movió sola colocándose ante la puerta de su dormitorio. Su madre logró introducirse por una rendija en la habitación a tiempo para ver cómo el crucifijo y las reliquias que los sacerdotes le habían puesto se deslizaban solos por su cuerpo hasta quedar a los pies de la cama. Los muebles habían cambiado de sitio por sí mismos, el niño se retorcía de dolor debido a los arañazos y las sacudidas del colchón eran frenéticas.

Tras haber ayunado, celebrado misa y hecho su confesión general, el 16 de marzo por la noche, Bowdern inició el exorcismo que habría de prolongarse en sucesivas sesiones hasta el 18 de abril. Comenzó pidiendo al niño que hiciera un examen de conciencia. Luego fue en busca de toda la familia y de los otros sacerdotes: Bishop, que habría de escribir el diario, y Halloran, de 26 años, cuya fuerza era necesaria para sujetar al poseso. Tras rociar con agua bendita la cama, que no dejaba de moverse, comenzó a leer las letanías del ritual. Cuando dijo: "Yo te ordeno, espíritu impuro, seas quien seas, junto con todos tus asociados que han tomado posesión de este siervo de Dios, que, por los misterios de la Encarnación, Pasión, Resurrección y Ascensión de nuestro Señor me digas mediante alguna señal tu nombre, el día y la hora de tu partida...", ronchones rojos y arañazos cruzaron la garganta, los muslos, el estómago, la espalda y el rostro de Robbie. En su pecho apareció la palabra hell (infierno), y había sangre suficiente para ser secada con un pañuelo. Sobre el escaso vello púbico del niño también se dibujó la letra X y la palabra go (ir). Bowdern interpretó que el demonio se iría en diez días a través de la orina o los excrementos. En lo primero se equivocó. En lo segundo no. Pues, en cada sesión de exorcismo, salían de Robbie grandes cantidades de orina maloliente.

A partir de ese día, la lucha contra el mal fue ganando la batalla. Durante otra sesión, al preguntar al demonio su nombre, se dibujó con arañazos sobre el pecho de Robbie la palabra spite (rencor). No obstante, durante el día Robbie era un muchacho normal, algo característico de los posesos. Sólo durante los períodos de crisis, que a veces duraban horas y que, salvo en raras ocasiones, se presentaron siempre de noche, parecía ser otra persona. Chillaba, ladraba, reía diabólicamente, insultaba y maldecía al oír las plegarias o el nombre de Jesús. Y, al ir avanzando el exorcismo, comenzó a hablar con una voz profunda, ronca, y a volverse más violento. Gritaba obscenidades a los sacerdotes, les acusaba de terribles actos sexuales y les escupía. Su delgado cuerpo se arqueaba tanto que podía tocarse la cabeza con los dedos de los pies. Cantaba melodías que desconocía. Agitaba los brazos desesperadamente y, en cuanto se veía libre de ataduras, soltaba violentos puñetazos.

Combatir al Diablo
El lunes de Pascua de 1949, tras 24 noches, Robbie se curó. Abrió los ojos y dijo: "Se ha ido". Algunos expertos que han estudiado el caso de Robbie son del parecer que fue atacado por una o más de las siguientes enfermedades mentales:

  • Automatismo: caracterizado por acciones mecánicas o involuntarias, típico de algunas formas de esquizofrenia

  • Síndrome de Gilles de la Tourette: perturbación de la personalidad en la cual el paciente grita de forma incontrolada, se contorsiona, emite sonidos similares a gruñidos y habla de forma ininteligible.

  • Desorden obsesivo-compulsivo: caracterizado por la necesidad de realizar acciones inútiles o inapropiadas, acompañadas por frecuentes ataques de ansiedad causados por motivos irreales. Sin embargo, los médicos que examinaron a Robbie no detectaron ninguno de estos síntomas.

Allen localizó a Robbie -un cincuentón, casado y con hijos- y habló con él. Su conclusión es que el chico fue "la víctima inocente de un horror... de un suceso extraordinario e inexplicable, cuyas raíces psíquicas y culturales eran más profundas que las del cristianismo". En el curso de este siglo, el mundo cristiano ha tenido diversas actitudes respecto a los exorcismos. Por una parte se ha distanciado de este tipo de prácticas, trabajando en estrecho contacto con médicos y psiquiatras, autorizando estudios para esclarecer este fenómeno. Por otra, la Iglesia Católica ha revestido estas prácticas con una cortina de silencio, aunque se comenta que Juan Pablo II exorcizó a una mujer en 1982.

El padre Gabriele Amorth es uno de los pocos exorcistas dispuestos a hablar de su actividad. Vive en Roma y asegura haber realizado 50.000 exorcismos, pero cree que sólo 84 de los casos fueron auténticas posesiones demoníacas. Explica que entre los síntomas típicos destacan la manifestación de una fuerza física extraordinaria, la xenolalia (hablar en una lengua que la persona poseída no conoce), y las revelaciones de actos privados de terceras personas.

Efectividad del Exorcismo
En 1972 una comisión compuesta por representantes de la Iglesia Católica y médicos psiquiatras hizo, a petición de la Iglesia Anglicana, un informe sobre las prácticas exorcísticas. El informe confirmó la efectividad de los exorcismos relativos a los lugares, diciendo que "la acción del diablo es frecuente en los lugares sacros, y durante las sesiones espiritistas".

La efectividad de los exorcismos en las personas, sin embargo, se consideraba "extremadamente dudosa". Según el informe, quienes creen estar poseídos por el demonio deberían primero visitar al médico y recurrir al sacerdote sólo como último recurso.

El canónigo Dominic Walker, de Brighton, coordinador del Christian Exorcism Study Group, piensa que en ocasiones puede ser el mismo sacerdote quien transmite la idea de la posesión a aquellos que acuden a él.

Un caso así le ocurrió a Michael Taylor, en Ossett, Yorkshire. El 6 de octubre de 1974, Taylor asesinó a su mujer arrancándole la cabeza con las manos desnudas. Taylor, un hombre felizmente casado, regresaba de sufrir un exorcismo que duró toda la noche. El sacerdote, padre Peter Vincent, había realizado el exorcismo, con la ayuda de un pastor metodista. Exorcizaron a Taylor expulsando de su cuerpo a 40 demonios, pero se dejaron uno, el asesino.

Maníaco Homicida
Taylor no fue considerado culpable de homicidio por su incapacidad de discernir y realizar actos volitivos; salió de la cárcel y, por disposición del juez Justice Caufield, quedó internado en un hospital psiquiátrico.

Reconociendo la peligrosidad de ciertos comportamientos, algunas religiones se están distanciando de la práctica de exorcismos y abogan por formas sustitutivas de liberación y bendición. Mientras tanto, sin embargo, iglesias cuyos seguidores van en aumento, como las pentecostelianas y fundamentalistas, atraen a numerosos creyentes con sus rituales de curación que garantizan la expulsión del Diablo.

Los escépticos aseguran que estos rituales atraen sólo a quienes quieren llamar la atención sobre sí mismos. Este tipo de argumentos pueden ser utilizados para explicar casos concretos, pero no pueden esclarecer los testimonios de personas ecuánimes que han presenciado más de un fenómeno aterrador y aparentemente inexplicable.

Según Thomas Allen, el diario del padre Bowdern sobre el caso de 1949 menciona el nombre de otros nueve jesuitas que vieron personalmente al joven Robbie poseído por el demonio. Allen descubrió también un informe de la iglesia sobre el exorcismo firmado por 48 testigos. Es difícil, pues, llegar a una conclusión sobre el fenómeno de los exorcismos.

A pesar de las evidencias, la Iglesia mantiene un silencio impenetrable en torno al caso Mannheim. Halloran, el sacerdote que pasó el diario a Allen, recordó haberle comentado a Bowdern: "Ellos nunca admitirán que ha sido un exorcismo genuino". A lo que aquel le contestó: "pero, usted y yo lo sabemos. Estuvimos allí".

No comments: