Friday, June 30, 2006

Fantasmas en Uruguay

EL FANTASMA DEL IPOLL

Desde Salto, Juan Mario, lector del portal, va tras los pasos del fantasma del Ipoll, el liceo más popular de esa ciudad. Crónica.

El IPOLL, es decir, el Instituto Politécnico Osimani & Llerena, es el liceo más antiguo de la ciudad de Salto, de paredes robustas, con una acogedora biblioteca perdida en su decorado en los finales del siglo XIX, y un frío y solitario observatorio astronómico.

Desde su fachada pueden divisarse claramente dos secciones: el ala izquierda de gruesas paredes azules y blancas y el ala derecha, que al igual que el centro posee grandes ventanales de vidrios verdosos y celestes. El edificio consta de tres pisos (más el observatorio ya mencionado que se halla sobre la terraza del tercero). Por encontrarse en un profundo desnivel con respecto a la vereda, la entrada principal se halla en el segundo piso, que nos conduce a un gran hall donde es posible acceder al salón de actos, bedelía, sala de profesores, escalera hacia la biblioteca o bajar unos escalones hacia la cantina. Toda la sección izquierda es el área administrativa y a la derecha están todos los salones de clases. En el primer piso, se hallan los laboratorios de física, química y biología, junto a más aulas, construidas con gradas al estilo anfiteatro. Y es justamente en uno de los laboratorios donde sucedió lo que se relata de boca en boca por nuestra ciudad.

Cuentan que a mediados de los ochenta hubo una serie de robos o, más bien, travesuras de algunos gurises que durante la noche, aprovechando el poco presupuesto para reparar correctamente los grandes ventanales, entraban al liceo franqueando fácilmente las tapas de madera compensada, a veces sólo apoyadas contra el ventanal y respaldadas con algún pesado mueble. Prueba de ello era la serie de tubos de ensayo y diverso material de laboratorio destrozado, que solía hallarse esparcido por el piso de los laboratorios.

Para mitigar esto, se dispuso una guardia policial. La misma consistía en tres policías que patrullaban los alrededores del edificio. Merced a la guardia policial, los gurises dejaron de merodear el lugar y cesaron los destrozos. Con el tiempo, se pensó que era exagerado disponer de dos oficiales para una tarea tan obsoleta. Se dispuso que fuese uno solo el encargado de dicha tarea, con la intención de que con el tiempo el incidente se olvidase y ya no fuera necesario montar guardia toda la noche. El policía de turno cumplía con sus habituales rondas en solitario todas las noches, pero al comenzar el invierno, pidió hacer las mismas desde dentro del edificio y ya no por la periferia. El pedido le fue concedido.

Un día, el oficial de turno escuchó ruidos que provenían del primer piso, mientras él se hallaba en el segundo. Baja hacia el lugar y conforme se acerca al pasillo de los laboratorios, los ruidos se escuchan con más fuerza. Al llegar al de biología, halla la puerta abierta. Pregunta en voz alta y autoritaria quién se encuentra allí. Muda respuesta. Entra con sigilo desenfundando el arma. Apenas cruza el umbral, escucha el violento cerrar de la puerta a sus espaldas y observa atónito como comienzan a volar tubos de ensayo, vasos de bohemia, mecheros, carteles y todo lo que pudiese ser lanzado. Se agachó y buscó refugio bajo una de las mesadas revestidas de azulejos blancos. Una vez allí, con los ojos cerrados soportó el ruido ensordecedor hasta que todo cesó. En ese momento, se levantó, corrió hacia la puerta, la abrió y huyó del lugar al tiempo que llamaba a la policía. Esperó en la entrada la respuesta a su llamado. El patrullero que llegó al lugar encontró al oficial aterrado en un ataque de nervios, por lo que llamaron a otro patrullero para que lo acercaran al hospital.

A la llegada del segundo patrullero uno de los oficiales se decide bajar para constatar lo sucedido. A sabiendas de lo relatado por su compañero, lo hizo con temor; vio la puerta del laboratorio abierta, el destrozo y también algo más, algo que lo hizo huir raudamente del lugar y no desear regresar por nada del mundo. Subió y le comentó esto a su compañero de patrulla, quien le creyó. Ambos se negaron a obedecer la orden que venía de la jefatura: bajar y montar guardia en la puerta del laboratorio. Ante la negativa de los mismos, en la jefatura, alguien de cargo más alto sospecha que sucede algo extraño y decide ir personalmente a poner coto al asunto. Así es que un tercer patrullero parte hacia el viejo edificio.

Cuando el sargento llega al IPOLL, le comentan que uno de los oficiales decidió bajar a ver qué sucedía, con intención de demostrar que no tenía miedo. El sargento decide bajar presuroso para alcanzar a su subordinado. Al pisar el primer piso, ve venir corriendo a su encuentro al oficial valiente, que viene disparando su arma y huyendo de una sombra oscura. El sargento desenfunda su arma y también abre fuego sobre aquella cosa, que ocupaba todo el amplio pasillo principal. Ambos trepan las escaleras y llegan desesperados a la entrada del liceo, temblorosos, agitados y blandiendo sus armas hacia el interior del edificio. A pesar de todo, nada más ocurrió.

Desde entonces la policía ha negado oficialmente todo lo sucedido, pero lo cierto es que hasta hoy no acceden a poner oficiales para vigilar siquiera el perímetro. Se cuenta que los funcionarios de limpieza no se atreven a bajar tarde en la noche por aquellos lares. Que a todos los profesores de ciencias se les exige que una vez culminada la clase, guarden todo lo utilizado en los respectivos cajones y armarios con llave y que no dejen absolutamente nada sobre las mesadas, ni siquiera un rígido mechero Bunsen. Se dice que a partir de este incidente, existe la orden de dejar todas las luces de todos los salones, pasillos y escaleras encendidas durante toda la noche, principalmente la del primer piso. Esta historia, que es bastante fiel a la memoria colectiva, tiene detalles que varían. Por ejemplo, en algunas versiones todo le sucede a un solo oficial y al lugar llega únicamente un patrullero. En otras, se dice que la historia es relatada en primera persona por un interno de la sala de psiquiatría del Hospital Regional Salto, y que, al indagar sobre dicho paciente, confirman de que efectivamente es un ex-policia. Lo cierto es que, antes de escribir esto, decidí darme una vuelta por el IPOLL. Eran las dos de la mañana de una noche muy fría y no advertí ningún sereno, ni vigilante ni policía alrededor de toda la manzana. Y efectivamente, el edificio se halla vacío con todas las luces de los salones encendidas.

---------------------------------------------------------------------------

EL CASO DEL DOCTOR LENGUAS

A fines de los años ’60 o principios de los ‘70, una mujer a punto de dar a luz llegó al sanatorio del Círculo Católico del Uruguay. Iba acompañada por su hijo pequeño y su esposo, quien se mostraba preocupado por los gritos de dolor de su mujer.

La joven tenía contracciones cada vez más frecuentes, pero como el personal del hospital estaba muy ocupado, la pareja debió esperar un rato mientras se hacían los preparativos. El nerviosismo del marido iba en aumento, pero finalmente un doctor preguntó por la paciente y un equipo de enfermeras se encargó de conducir a la parturienta a la sala correspondiente.

Una vez dentro, el tiempo se hizo eterno para el futuro padre. El reloj de cuerda de la sala martillaba con persistencia segundo tras segundo, resonando como un gong en el silencio del hospital. El niño jugaba, pero el padre, nervioso, esperaba el momento de ir a conocer a su nuevo hijo.

Minutos después, en lugar de una enfermera sonriente se presentó un doctor con aspecto apesadumbrado. Casi sin entender qué sucedía, el hombre escuchó en seguidilla las explicaciones detalladas del médico, como golpes secos y repetidos: se hizo todo lo posible, no resistió, un parto difícil, no hay nada que hacer, el cuerpo ya fue trasladado...

El esposo estalló en un ataque de histeria, sintiendo que las cuatro paredes del hospital se desplomaban hacia adentro, reprimiendo el impulso de correr a la sala y llamar a su mujer a los gritos. Al rato se sumió en un rincón, temblando.

En medio de su angustia, un señor canoso, mayor, con la túnica clásica de médico, cruza la sala. Se presenta al joven como el doctor Luis Pedro Lenguas y aclara que está dispuesto a ayudarlo, a lo que el esposo responde con furia y le reprocha con amargura haber llegado demasiado tarde. El anciano, sin embargo, habla con calma y suavidad. Está allí para ayudar, repite, y le pide que aguarde unos minutos.

Segundos después, se siente un llanto de bebé y los gemidos confusos de una mujer. Por la puerta del sanatorio asoma una camilla, sobre la cual descansa la joven esposa, lejos de estar muerta, y su hijo en brazos. Se funden en un abrazo incrédulo y hablan al mismo tiempo: ella no comprende lo sucedido y tiene una sensación extraña; él se deshace en lágrimas y busca con la mirada a los médicos.

El personal del hospital, ante tanto clamor, llega al lugar de los hechos. Cuando el doctor ve a la mujer, se pone pálido y balbucea, incapaz de creer en la presencia milagrosa de la madre y su hijo recién nacido, desbordante de vida. El esposo está furioso y se niega a contestar a los médicos, aclarando que hablará únicamente con el doctor Lenguas.

Ante la mención del apellido, tanto las enfermeras como el obstetra pierden nuevamente el color en el rostro. El médico lo mira fijamente y le señala un cuadro que cuelga en la pared. El hombre reconoce la figura al instante: el mismo rostro afable, la misma mirada, el porte inconfundible del anciano doctor.
”Debe estar equivocado”, aclara el profesional. “El doctor Luis Pedro Lenguas fue el fundador del sanatorio en 1885 y falleció en 1932”.

El prodigio del rescate no demoró en correr por los pasillos del hospital y desde entonces la leyenda de Pedro Lenguas cobró forma en los pequeños milagros del sanatorio. Su presencia mítica erigió la leyenda del médico que desafió a la muerte por partida doble, logrando milagros desde ambos lados de la línea que separa a los muertos de los vivos.

Comentarios

Mucho aporta en esta historia la figura mítica del doctor Luis Pedro Lenguas, que lejos de ser fruto de los desvaríos de un esposo apesadumbrado, tuvo una vida activa en el ámbito de la medicina y la sociedad. Nació en 1862 en Paysandú y murió en 1932. Fue uno de los fundadores del Círculo Católico de Obreros (no el único, como se sugiere en el relato).

Su devoción a la profesión, a los preceptos cristianos más puros, a la obra social y al ejercicio de la medicina pensando en los más necesitados, llevó a que su figura se venerara, santificara y que se le adjudicaran varios milagros, tanto en vida como en la muerte.

---------------------------------------------------------
En Salto

Entre las calles Zorrilla y 19 de abril, detrás del Museo del Hombre, hay una plazoleta que esconde una locomotora antigua y varios juegos para los niños. Por la noche, sin embargo, los viejísimos árboles del lugar y los ingenios mecánicos para niños -olvidados en las penumbras nocturnas-, forman sombras grotescas y lúgubres.

Cuando en las noches de invierno las calles quedan completamente desiertas, una muchacha joven, vestida de blanco, aparece en la plazoleta. En ocasiones, la figura espectral tiene una horca al cuello y su sola presencia da un susto de muerte al transeúnte despistado.

Recorre esas calles desde principios del siglo XX como resultado de un amor imposible, fuente inagotable de nuevos fantasmas. Enamorada de un obrero pobre de AFE, su familia de alta alcurnia impidió que se casara con quien consideraba su verdadero amor. Una fría madrugada de invierno, ensombrecida por el pesar, se dirigió a la plazoleta y se ahorcó de la rama de un árbol. Su silueta puede verse aún hoy en día, cuando el frío la obliga a recorrer la plaza con la cuerda al cuello.
----------------------------------------------------------------------
En la Costa de Oro

En las playas que van de Araminda hasta Los Titanes suele verse, de acuerdo al testimonio de varios personajes, la figura de una dama de blanco a la orilla del mar, generalmente cuando despunta la madrugada.

Entre varios relatos del avistamiento recogimos el siguiente. Diez años atrás un grupo de jóvenes salía de bailar de un boliche en Araminda, emprendiendo el regreso por la playa. En un momento determinado, tres de los jóvenes quedaron relegados en el viaje, cuando uno de ellos notó algo extraño en el agua. A unos cuantos metros de la orilla, con el agua a la cintura, una mujer de blanco oteaba el horizonte.

Mientras todos observaban, la mujer desapareció súbitamente, en forma que ninguno de ellos puede explicar hasta el día de hoy. Quisieron entrar al agua, creyendo quizá que la joven estaba ahogándose, pero el susto de la situación -potenciado por la noche cerrada y la visión extraña- hizo que decidieran echarse atrás.

En la zona se cuenta que aquella figura fantasmal no es otra cosa que el espíritu de una mujer ahogada, cuyo cuerpo jamás pudo ser encontrado. Narran que los espectros de quienes perdieron la vida en el mar regresan cada tanto, como si pasearan indolentemente a orillas del mar que les quitó al vida.
----------------------------------------------------------
En Soriano

La ciudad de Mercedes también tiene su pálida visitante. Donde actualmente se encuentra el museo paleontológico del lugar, se erigía el castillo del Conde de Mauá, cercano a un puente antiguo.

Algunos habitantes de Mercedes afirman que una figura espectral, en la forma de una dama vestida de blanco, visita la zona desde principios del siglo XX. Al parecer, la joven habría hallado la muerte en el puente que conducía al viejo castillo, y desde entonces los viernes a la medianoche la mujer asoma en el puente, reviviendo los minutos fatales de aquella hora ya lejana.
--------------------------------------------------------
En Rocha

El paseo de la dama de blanco la lleva en ocasiones hasta Rocha. La joven recorre el camino de La Paloma hasta Cabo Polonio, en una versión menos inofensiva que las anteriores

Cuando algunos hombres infortunados cruzan las dunas enormes por las noches, pueden toparse con la aparición de una mujer de blanco de aspecto lúgubre. Se dice que quienes la encuentran y sostienen su mirada no vuelven a ser vistos con vida. En La Paloma aseguran que ronda el mítico faro del lugar, cuando cae la noche.

-----------------------------------------------------------------
En Montevideo

Los 21 de Junio de todos los años un hecho curioso se repite en la rambla del Buceo, perceptible sólo para algún transeúnte aislado que se encuentre allí a la hora indicada.

Una muchacha atraviesa corriendo la rambla, cruza la arena y se arroja al agua. Allí permanece boca abajo mientras se aleja en el mar, hasta que desaparece. En el Buceo se cuenta que es el espíritu de una joven que se suicidó por amor y que no logra descansar en paz, lo que la emparenta con las innumerables damas espectrales que recorren el país.

Tiene el pelo rubio, es pálida y viste de blanco. Falleció un 21 de junio hace mucho tiempo y vuelve a revivir su muerte cíclicamente en la fecha mencionada. Quien se acerca a ella, se ha dicho, corre el riesgo de terminar en las aguas del Buceo.

-------------------------------------------------------------------------

1 comment:

Felo said...

Wenas wenas!!! Muy buenas las leyendas urbanas cheee!!! Pero taria bueno q pongan algo de la ciudad de Bella Union (Artigas)ya q hay muchas...
Si necesitas informacionescribime a felduc@hotmail.com...

Muy bueno el blog felicitaciones...

Saludos